domingo, 19 de septiembre de 2010

LOS CORRALEROS DE MAJAGUAL "COL"



15 Discos de Oro por venta de sencillos, 10 Discos de Oro por la venta de sus álbumes, Guaicaipuro de Oro 1967 al artista más importante de Venezuela, 2 Congos de Oro otorgados por el Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla, además de varias menciones y distinciones especiales de la prensa internacional, son una muy pequeña muestra de lo grande, del éxito nacional e internacional, de la auténtica y permanente recordación con que el público ha premiado a Los Corraleros de Majagual.
El compositor y director artístico, Isaac Villanueva, relata que en 1961 se unieron Calixto Ochoa y Alfredo Gutiérrez hicieron un grupo para presentarlo a Discos Fuentes. Antonio Fuentes, partiendo de esta idea, integró una orquesta como la que hizo Pedrito Alterque en 1912 y que se llamaba Los Corraleros de Astillón. Para 1962 ya presentaban su primera producción musical.
La agrupación inició grabaciones con las voces de Eliseo Herrera, César Castro, Lucho Argaín, Julio Erazo, Nacho Paredes y Tony Zúñiga. Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, César Castro y Lisandro Meza –ingresó más tarde–, además de cantantes líderes, fueron acordeoneros de la agrupación.
En la instrumentación estuvieron a cargo Rosendo Martínez -bombardino-, Carmelo Barraza -en la caja y era reemplazado algunas veces por Fidel Ortiz-, John Mario Londoño -bajista y lo hacía con un guitarrón mejicano-, Enrique Bonfante -tumbadora-, Chico Cervantes -platillo, cencerro y coros- José “Chelo” Cáceres Land -trombón-, Manuel Cervantes -reemplazó en varias oportunidades a Rosendo Martínez en el bombardino y fue trompetista de la agrupación-, Rafico Restrepo -güiro y coros-, Julián Díaz y después «el Cachaco» Arango -saxo alto-, y finalmente Humberto Pabón y luego Julio Ernesto Estrada -timbales-. Antonio Fuentes y Mario Rincón se alternaron para grabarle al grupo.
Según el repertorio, el sabor y el sonido que se le quería brindar al grupo, Antonio Fuentes escogía los vocalistas y músicos que entrarían a la grabación en determinada producción, y le entregaba la responsabilidad de los arreglos musicales a maestros como Manuel Cervantes y “Chelo” Cáceres.
Fue así como surgieron éxitos de la talla de Majagual -publicado en el primer larga duración en 1961 y nuevamente grabado por Alfredo Gutiérrez y César Castro en 1963-, Paloma guarumera -grabada en la voz de Alfredo Gutiérrez en 1963-, además de El molinillo, El pájaro picón y La adivinanza -de Eliseo Herrera en el mismo año-.
Para el país significó una revolución total, y naciones como Panamá y Venezuela, fueron invadidas con su música. Luego aparecieron temas como El pasmao de César Castro en 1965; Charanga internacional, Los sabanales, El espejo del chinito y El ascensor, interpretados por Calixto Ochoa en 1966 y 1967; La resbalosa, con la voz de Tony Zúñiga en 1966; Hace un mes, con Lisandro Meza en 1967, y El vampiro, La bonga, La burrita, La mafafa, con Eliseo Herrera en 1965, 1966 y 1968.
Estas grandes actuaciones y la época dorada de Los Corraleros se vivió entre 1965 y 1970. Vino un receso en la agrupación. Julio Ernesto Estrada y Armando Hernández explican que la agrupación logró forjar la fama y el éxito de muchos intérpretes, empezando por ellos mismos. Cuando todos los integrantes de una agrupación son estrellas, su nómina es muy costosa y por ello presentar a Los Corraleros de Majagual se convirtió en una odisea. También existió la persecución de otras compañías fonográficas que ofrecieron cielo y tierra con tal de que les hicieran una o dos producciones, pues manejando la misma línea musical de Los Corraleros se aseguraba el éxito. Y a ello se le sumó que para esa época, a principios de los setenta, cada uno quería crear su propia agrupación.
Julio Estrada indica que después de haber pasado esa etapa de giras y éxitos continuos, empezó el cambio. Las ofertas a los músicos y el que muchos crearan sus propias orquestas desvertebró la agrupación quedando para ciertas presentaciones un reducto de músicos que ya no eran Los Corraleros. Se continuó con la grabación de algunos temas que continuaron imponiéndose en el gusto popular de América pero al no tener el grupo de presentación la orquesta murió.
El reintegro de Los Corraleros de Majagual se hizo en 1978 y surgió una nueva etapa musical. Estaban nuevamente en los estudios dispuestos a reivindicar la fama de otros tiempos y a fe que lo lograron pues impusieron títulos como Culebra cascabel, Caracol, Cigarrón colorao, Tingo al tango, Tres puntá, La sampa, La yerbita, El tamarindo y Tres tigres –Eliseo Herrera–; El azulejo, Caballo viejo y Ocho días –Armando Hernández–; El calabacito, El mosquito, La india motilona, Playas marinas, Rebrundisio, Remangá y La ombligona –Calixto Ochoa–; El disfraz y Mango verde –Lisandro Meza–; El mechón de Tony Zúñiga; Festival en Guararé –Alfredo Gutiérrez–; La pollera colorá de Chico Cervantes; Mono colorao con Lucho Argaín, y No me busques de César Castro.
Para los ochenta y en años posteriores los protagonistas de esta historia tenían diversos compromisos profesionales o habían muerto. En 1988, el empresario barranquillero Marcos Barraza reunió a las más importantes figuras, aún vivas, que construyeron el nombre de Los Corraleros de Majagual. El reencuentro tuvo un gran impacto entre los seguidores de esta agrupación, pero fue efímero. En la nómina de este reencuentro sólo se mantuvieron Calixto Ochoa y Eliseo Herrera. En ese momento buscaron el reemplazo de Alfredo Gutiérrez y fue cuando a Marcos Barraza se le ocurrió que los hijos de Gutiérrez lo podían reemplazar. Y empezaron las giras en todo el país y luego los compromisos internacionales, primero a Venezuela y a Los Estados Unidos, en 1990.
En 1994 se retiró del grupo Calixto Ochoa y al frente de la orquesta quedaron Eliseo Herrera y los hijos de Alfredo Gutiérrez. En 1996 Eliseo Herrera, por problemas de salud también se retiró del grupo, lo mismo hizo Chico Cervantes en 1997 y Tony Zúñiga en 1999. Entonces los hijos de Alfredo Gutiérrez, Dino, Walfredo y Alfredo Gutiérrez, hijos del legendario Alfredo Gutiérrez, llamaron a figuras nuevas como Andy Rico y Jaime Zapata, quienes hoy son los que conforman la nueva generación de Los Corraleros de Majagual.
Entre presentaciones y compromisos la nueva generación de Los Corraleros de Majagual presentaron a sus seguidores dos nuevos álbumes, el primero en 1989 que titularon De Nuevo Los Corraleros y en 1991 el segundo que titularon Arriba Los Corraleros.
Todos los años, desde 1995, visitan profesionalmente a Los Estados Unidos, país que ha reconocido su talento y herencia. Ejemplo de ello es que en 1995 le entregaron Mención Honorífica en el Festival de Acordeones y Vallenato, en Miami, y en 1996 recibieron el Premio Manzana de Oro, otorgado Centro Cívico Colombiano que organiza el Festival de la Independencia en Nueva York. En 1999 estuvieron en el Perú y en el 2000 estuvieron en Europa, gira que los llevó a Francia, a Alemania y a Bélgica, país en el que fueron reconocidos por mejor vestuario y presentación más folclórica, en el marco del Festival Hoogstraten.
En sus grabaciones continúan conservando el sabor corralero, con aditivos como teclados, batería electrónica y voces nuevas. Y este sabor es el que imprimieron, en el 2001, en una nueva grabación que titularon Sabor de mi tierra.
Su línea musical
Recorrieron y exploraron todas las expresiones folclóricas de la música tropical colombiana y también miraron algunas expresiones caribeñas y urbanas, llegando incluso a incursionar con la salsa. Pero en todo su trabajo se destacaron dos ritmos: el primero es el género corralero que parte del porro. En él, los fundadores de la agrupación fusionaron la guacharaca, la conga y un bajo –que en ese tiempo se hacía con un guitarrón mexicano–, y crearon toques de porro muy especiales, además de un acordeón al estilo sabanero, sin acordes. El segundo es el guararé, originario de Panamá y que en esa región recibe el nombre de pindín, destacándose por ser caliente, armonioso y bastante bailable.
También se especializaron en música de la sabana rescatando el folclor de departamentos como Bolívar, Córdoba, Atlántico y Magdalena. Por ello el porro, la cumbia, el paseaíto, el fandango, el bullerengue, la cumbiamba y la gaita no podían faltar en sus repertorios.

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